La importancia del juego en la niñez es evidente. Todos vemos cómo los niños lo que quieren es jugar. Un componente fundamental del juego es que, al hacerlo, se disfruta. El juego necesariamente involucra placer. Cuando es genuino, implica un disfrute de la actividad en cuestión. Catherine L’Ecuyer señala que “el juego se entiende en el sentido de disfrutar realizando una tarea porque uno la hace con el corazón, le pone imaginación, creatividad, la interioriza, la hace suya” (L’Ecuyer, 2012, p. 70).
Aprender Jugando: Woodis
Cuando el niño juega, su atención está completamente ahí. Cuando se juega genuinamente, la motivación es instrínseca (viene desde dentro), por lo que la atención y la concentración quedan capturadas en el juego que se está haciendo. Incluso podríamos decir que el juego no es una actividad de niños, es propio del ser humano. Por poner un ejemplo, los deportes son también actividades lúdicas que llenan el corazón de grandes y chicos.
El componente lúdico es un mecanismo maravilloso para estimular la creatividad y la motivación necesaria para generar aprendizajes (Guillén, 2012b). Pareciera que nos hemos olvidado de que los seres humanos nos hemos hecho inteligentes justamente explorando, experimentando, moviéndonos y jugando.
Quizás ahora, en estos tiempos de pandemia y encierro, hablar de libre exploración y juego es casi una burla para quienes no pueden salir de un departamento por meses. Sin embargo, la reflexión aquí es a crear conciencia de la importancia de lo lúdico tanto en lo educativo como en el bienestar general de niños, jóvenes e incluso adultos.
En el contexto educativo actual, el jugar ha de tener un aspecto central, ya que es mediante el juego que el niño se concentra de manera natural en la actividad que está realizando. Y, si consideramos que para aprender se necesitan de emociones positivas para que dicho aprendizaje sea significativo, el componente placentero del juego es fundamental.
La invitación es a dejar de pensar en el aprendizaje como algo serio y formal. Esas nociones del siglo XX deben ir quedando en el pasado. La neurociencia le otorga un lugar clave al juego y a las emociones en los aprendizajes. Mediante el juego, niños y jóvenes se convierten en protagonistas activos de su aprendizaje (Guillén, 2017b). Dado que surge desde dentro, es un importante instrumento de expresión emocional, propiciando creatividad, autoconfianza y favoreciendo la socialización. Tengamos claro que el juego es un poderoso mecanismo de aprendizaje. Y no solo para los más pequeños, sino en todos los niveles. No lo olvidemos y usémoslo a favor de nuestros niños y jóvenes, serán los que más lo agradecerán.
En este sentido, la nueva marca Woodis es una gran invitación a aprender jugando. Sus bloques matemáticos Woodis Números son un excelente material para familiarizarse con las matemáticas desde una perspectiva lúdica y manipulativa. Al jugar, manipular y observar, propician en los niños una curiosidad innata y una motivación por ver las relaciones numéricas que a simple vista aparecen combinando los bloques. Por su parte, el Woodis Arquitecto y Woodis Constructor permiten la libre construcción de estructuras, formas y espacios, permitiendo desarrollar la creatividad e imaginación al ser un material manipulable y desestructurado. A su vez, los Woodis Personas invitan al juego de roles y a abrir conversaciones respecto de las diversas culturas, etnias, edades y géneros, propiciando el valor de la diversidad.
Materiales de este tipo se agradecen en tanto permiten a los niños disfrutar aprendiendo. Como padres es importante que vayamos creando conciencia y valor sobre lo importante que es que nuestros niños puedan gozar tanto su niñez como su experiencia educativa.